El reloj marca las diez

Somos piezas desechas en un molde de agua y sal, un rompecabezas de cristal. Nos moldea el tiempo, ese reloj inquieto que nos aporta vitalidad.
Sabemos todo y nada, algunos felices otros atrapados en su inmensidad, porque cuando el odio y la soledad aprietan no tienen piedad.
Podemos construirnos una y otra vez, remontamos el vuelo sin apenas comprender que el sube y baja constante es aquello que nos da poder. Nada se mantiene estable, ni siquiera nuestra forma de ser, todo es voluble, al mismo tiempo que la esencia se mantiene en pie.
Quizás un día entendamos que el tiempo es un aliado y no un enemigo que temer, porque aunque se agote, nos da el valor de crecer, seguir y aprender.

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