La navidad, tiempo de sonrisas, de luces, de sentirnos vivos y en compañía de las personas que queremos. Dicen, y puede que sea cierto, que el papa noel y la navidad es algo únicamente comercial, pero a mí no me pagan por sonreír.
Y es que hay instantes en que los sentimientos se vuelven tan fuertes y sinceros como la magia. Momentos como estos:
   -Papi, papi, baja el árbol del trastero- dice Marco tirando del pantalón de su padre.
La luz inunda la habitación, Juan, su padre, acaba de encender la luz y se estira intentando despertarse, a pesar de ser domingo, Marco se despierta como siempre a las siete de la mañana.
   -Marco,-dice Juan cansado-hijo, tu padre necesita descansar.
   -Ya te has despertado-dice con una sonrisa pícara en los labios- no te vas a poder dormir.
   -Ah ¿si?- le coge y empieza a hacerle cosquillas- Anda, vamos a desayunar y luego montamos el árbol.
Marco corre hacia la cocina, se pone de puntillas intentando coger un vaso y así ayudar a su padre pero, en vez de eso, el vaso se cae, por suerte su padre lo coge al vuelo. 
   -Marco, siéntate, ahora te llevo el desayuno.
Sin rechistar este hace lo que se le ha ordenado, habla sin parar, sin ser escuchado, no hay fuerzas para fingir y menos en un 24 de Diciembre. Para eso esta Marco, para levantarte, para cogerte de la mano tal y como esta haciendo y llevarte al ascensor, para aliviar el dolor. Se cierran las puertas y ascienden, sin embargo mentalmente Juan está muy lejos.
   -Papá.
   -¿Si?
   -¿Para ella también será navidad verdad?
   -Claro que si Marco, claro que si- las palabras se pronuncian con dolor, un dolor inimaginable.
Entran en casa, empiezan poco a poco a montar el árbol, bolas rojas, azules y verdes inundan la habitación. Solo falta poner las luces y estará todo listo. Marco sonríe triunfal, con tal solo seis años ha montado medio árbol él solo y es todo un logro.
   -¿Crees qué le gustará?
   -Seguro que si. 
   -Feliz Navidad mamá- dice Marco mirando hacia el cielo por la ventana- Feliz Navidad.
   
 
 

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